martes, 17 de enero de 2012

Un santo en la tierra.

17 de enero de 2012. Llego a una casa llamada “Casa FamiliarVirgen de la Palma”, en  la ciudad gaditana de Algeciras. En ella vive y trabaja Isidoro Macías, conocido también como “Padre Patera” cofundador de la Hermandad Franciscana de la Cruz Blanca. He venido a traer material para las habitaciones de un nuevo centro que está creando Isidoro regalado por la organización AUSBANC, que colabora a menudo desinteresadamente con la labor que este fraile realiza en esta casa. Es una casa muy antigua, grande, con tres plantas, nueve habitaciones, una cocina enorme, capilla… En ella vive Isidoro junto a su madre, que cuenta ya con ¡100 años!. Antes vivían junto a ellos otros tres frailes que le ayudaban en sus tareas.Por esta casa han pasado cerca de 200 mujeres que han cruzado en patera a punto de dar a luz o con sus hijos recién nacidos, parados, padres y madres de familias sin cobertura de las más mínimas necesidades básicas…

Parte del material aportado por AUSBANC
Me recibe él mismo al llegar, un hombre pequeño de estatura aunque enorme de corazón, cejas pobladas, mirada viva, que en seguida te envuelve en su conversación amistosa y enérgica, contagiándote de una inexplicable sensación de euforia. Vestido con su hábito y con una gran cruz blanca sobre su pecho, no duda ni un instante en agarrar colchones y tablas y descargar junto a mí y al chico que ha llamado para que le ayude. Por más que le diga que no se preocupe, él no para de descargar.

En cuanto terminamos, insiste en invitarme a un café, a merendar algo, le digo que no, no tengo hambre, pero es imposible evitarlo, su insistencia es implacable. Entramos en la enorme cocina, y sin el más mínimo titubeo él mismo se pone manos a la obra de preparar café. Me parece increíble estar con alguien que ha aparecido en la mismísima revista TIMES  y que me impresiona con su entrega y sencillez, sin parar de contarme cosas y aventuras desde que inició su andadura en esta ciudad. Me relata la infinidad de mujeres con bebés que ha atendido, los inmigrantes al borde de la muerte recogidos en la playa, los ancianos desvalidos sin nadie que les atienda que ha recogido en casa, los chicos jóvenes con pasado turbulento que intenta apartar del “mal camino” dándoles labores que atender allí mismo… Me cuenta su recuerdo del primer inmigrante que atendió. Un hombre con una maleta que no paraba de llorar. Consiguió entender que la policía, al identificarle, había retenido a su hijo. Isidoro, el Padre Patera, se presentó decidido a gritarlo a los cuatro vientos en una emisora de radio. Lo contó y consiguió que el hijo se reuniera de nuevo con su padre. Ahora ese hombre vive en Murcia, y aún sigue en contacto con el Padre.

En alguna ocasión, también me cuenta, ha llegado a ser detenido por esconder a inmigrantes ilegales. A pesar de ello, no tiene más que buenas palabras para la policía y guardia civil, contándome que también le avisan, a menudo, cuando hay algún caso que precisa de su ayuda. Como él dice, sólo puede regirse por una ley: la del amor al prójimo. Y cuando alguien llama a su puerta con desesperación, “cómo no voy a ofrecer un plato de comida, una cama, una camisa, una ducha…”
Futuro comedor del nuevo Centro

Una de las tantas habitaciones vacías 
Justo al lado de la casa está construyendo un centro de emergencia social, gracias a las donaciones anónimas (de lo que se sostiene todo lo que nos rodea principalmente), y a un par de entidades solidarias colaboradoras. El centro, según lo veo, es enorme y muy moderno, tres plantas, las dos superiores con 16 habitaciones con ducha incorporada, salón comedor, ascensor, rampa y accesos para movilidades reducidas, gimnasio para rehabilitaciones, centro de día. Es un proyecto muy avanzado, me lo cuenta con una ilusión enorme mientras me enseña las instalaciones. Al volver a la casa principal, insiste también en mostrármela.

En este momento, en plena visita, es cuando aparece el factor sorpresa. Y cuando este relato, que tenía intención de ser una crónica amena y meramente informativa sobre un personaje querido en su ciudad, pasa a convertirse en una denuncia en toda regla.

Le pregunto a Isidoro sobre la rutina diaria, extrañado de que no veo movimiento en la casa, sólo él y el chico que antes nos ha ayudado. Le pregunto cómo lo hace, si la gente a la que él ayuda viene sólo a comer o a cenar, si duerme alguien ahí, etc. Por una sola vez, la única, le veo un atisbo de tristeza en los ojos. Y entonces es cuando empieza a contarme un montón de cosas que no puedo entender.

Ahora sólo funciona así, la gente necesitada viene a comer o a cenar, y él y su ayudante cocinan y les sirven. El resto del día la casa está vacía, sola, como dice él mismo. Hasta hace poco no era así, la gente que recogía VIVÍA en la casa hasta que encontraban salida por alguna parte. Ha llegado a tener viviendo en ella a 20 ancianos sin hogar al mismo tiempo.Veinte ancianos sin familia que les recogiera, que Isidoro metió en su casa y que vivían allí en familia, como si ese fuera su hogar de toda la vida.  Pero ahora esos ancianos están en otro centro, uno tutelado porque la Junta de Andalucía le ha retirado los permisos para tenerlos allí. Había otros tres frailes con él, ayudándole constantemente, y la casa era un bullicio, lleno de personas que tenían un techo, un plato en la mesa, una cama y una ducha caliente. Y labores en las que aportar y sentirse útiles.

Como tantas veces, en esta ocasión de una forma inexplicable, ya que impiden una labor impagable, aparecen de repente un buen puñado de burócratas y políticos y rompen un sueño y una labor. ¿El motivo? ¡¡Un pasillo, que en lugar de tener dos metros y medio de ancho tiene poco más de uno!! Increíble. Me desarma. Intento imaginarme explicándoselo a alguien, a vosotros, a mis hijas, no se….y me cuesta.  Por una de esas escasas veces en las que existe una persona que está dispuesta a recoger a gente necesitada, darles de comer, darles donde dormir, sin pedirles nada a cambio, y se lo impiden ¡¡las medidas de un pasillo!! Cuando consiga abrir el nuevo centro, todo esto habrá pasado, pero la injusticia (una vez más esta conocida palabra para nosotros) ya está consumada.

Intento nunca meterme en temas políticos, intento mantener al margen y respetar todas las opiniones e ideologías, pero me estalla en la cabeza todos los escándalos que últimamente están saliendo a la luz respecto a algunos políticos andaluces. Los ERES y otros líos. Y la cantidad de millones robados a los contribuyentes. Veo lo que estoy viendo de primera mano y me llena de rabia. Rabia de pensar que esa misma Junta de Andalucía que tiene tanto que limpiar, es la que ha “limpiado” esta obra.
Al final me he despedido de él con una sensación agridulce, pero al mismo tiempo increíble, sabedor de que la tarde, y la visita, me ha merecido mucho la pena, y prometiéndole, y muy sinceramente, una futura vuelta a visitarle. Sé que lo hare, en alguno de mis múltiples viajes.

Como anécdota personal me llevo una frase que me ha soltado en la cocina, tomándonos ese café. En medio de la charla, en respuesta a algo que me ha dicho, me he atrevido a confesarle:“Padre, yo no soy creyente”


Sin perder la sonrisa, me ha mirado como se mira a un crio que acaba de decir una chorrada. Y me soltado : ”Tú crees en las personas, ¿no? Si no, no estarías aquí. ¿Cómo puedes decir que no eres creyente?”














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