Saludos a todos para empezar.
Después de llevar varias jornadas algo apartado por obligaciones varias y sin escribir nada, intento volver esta semana a la rutina diaria. Y para empezar el lunes de forma más "light", me voy a limitar a subir un escrito sobre cierto español prácticamente desconocido en España (que cosa más rara ¿verdad?), pero que tuvo unas aportaciones, en vida, bastante importantes por lo que innovó y dejó.
Al menos intentaremos con este relato quitarnos algo de ese ligero aroma a pandereta que tenemos con la mayoría del producto nacional, y seamos conscientes de que los españoles también hemos estado, estamos (¿…?) y estaremos, en primera línea de los acontecimientos mundiales más importantes.
Emilio Herrera Linares (Granada, 13 de febrero de 1879 - Ginebra, 13 de septiembre de 1967) fue un Coronel de aviación del Ejército Español, además de un prestigioso ingeniero y científico que llegó a ser presidente del Gobierno de la República Española en el exilio. Nada común para haber nacido y muerto en número maldito.
Descendiente de Juan Herrera, arquitecto del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, entró en el ejército en 1903 con el grado de Teniente y siempre se interesó por los globos aerostáticos, llegando a participar en competiciones internacionales. Con el paso de los años se fue especializando cada vez más en el campo de la aeronáutica y en 1915 fue enviado a Estados Unidos para adquirir los primeros hidroaviones con que contaría el Ejército Español.
En 1918 intentó crear la línea aérea transoceánica Transaérea Colón, que uniría Europa y América con los dirigibles que estaba diseñando Leonardo Torres Quevedo. Sin embargo su idea fue desarrollada también por una empresa alemana que la encarnó en el famoso dirigible Graf Zeppelin, privándole de su exclusivo éxito. No obstante, fue invitado a pilotar el artefacto como segundo comandante y con él dio una vuelta al mundo.
Durante los años 20 colaboró con Juan de la Cierva en el desarrollo del autogiro, el precedente de los helicópteros, además de impulsar el Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos (de 1921), en aquel entonces ya poseía un túnel de viento y sería el precursor del actual INTA español. Durante su etapa en este laboratorio comenzó a trabajar en el diseño de la vestimenta y sistemas de respiración en la misma para pilotos de aviones y tripulantes de globos y dirigibles.
En 1931, año en el que se proclama la Segunda República, la Sociedad de Naciones había designado a Emilio Herrera Linares “experto mundial en aviación”, algo que junto a sus estudios le abrirían en 1932 la puerta de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España. En su discurso de ingreso adelantó que se encontraba trabajando en un globo aerostático que permitiese el ascenso a la estratosfera para su estudio y en un traje con escafandra que permitiese al piloto sobrevivir al ascenso.
Herrera trabajó en este doble proyecto durante 1935, donde desarrolló un globo que podía ascender hasta 26.000 metros de altitud y un traje espacial con micrófono interno, sistema de respiración anti-vapor, termómetros, barómetros y herramientas para medir y recoger muestras. Este precursor de los trajes espaciales se denominó escafandra estratonáutica.
El vuelo de este globo nunca tuvo lugar a causa del estallido de la Guerra Civil Española. Herrera, que militó en el bando republicano, tuvo que exiliarse en Francia en 1939, así que el proyectó quedó en el dique seco. Aún así fue capaz de realizar un traje confeccionado con seda vulcanizada que se cuenta que se perdió en la guerra, ya que fue cortado para aprovechar el tejido y coser chubasqueros para las tropas. El traje llevaba en su interior una funda hermética recubierta con un armazón metálico articulado con pliegues parecidos a un acordeón. Tenía partes articuladas en hombros, cadera, codos, rodillas y dedos. La movilidad del traje se probó en el laboratorio de Cuatro Vientos con bastante éxito. Toda una innovación para aquellos grises años.
La escafandra estratonaútica se alimentaba con oxígeno prácticamente puro, por ello, Herrera diseñó un micrófono especial sin carbono que evitase cualquier tipo de chispa que provocase la ignición del traje. El visor del casco estaba compuesto por tres capas de cristal: una irrompible de alta dureza, otra con filtro ultravioleta y una exterior inmune a los rayos infrarrojos que se completaban con un tratamiento anti-vaho. Además el interior del traje estaba calefactado, por lo que era capaz de mantener una temperatura de 33 ºC en un ambiente de -79 ºC. Sin embargo, este calor era excesivo para el piloto, dado que el problema que se presentaba era la eliminación del calor sobrante producido por el propio cuerpo humano. Al estallar la guerra, Herrera no pudo continuar con el proyecto.
La NASA se basó en sus diseños para el desarrollo de sus trajes espaciales, de hecho, pidieron su colaboración para trabajar en el programa espacial norteamericano, no llegando a ningún acuerdo y no participando activamente en él.
Según se dice que contó uno de sus ayudantes, cuando los norteamericanos le ofrecieron a Herrera trabajar para su programa espacial con un cheque con sustanciosos ceros, él pidió que una bandera española ondeara en la Luna en caso de que se consiguiera el propósito, a lo que le respondieron negativamente diciendo que sólo ondearía la de Estados Unidos
Aún así Neil Armstrong entregó una de las rocas lunares a uno de los antiguos colaboradores de Herrera, Manuel Casajust Rodríguez, que sí trabajó en la NASA en el programa espacial, para que se la hicieran llegar a sus familiares y que finalmente terminaría siendo expuesta en el Museo del Aire de España hasta que desapareció en el año 2004.
Emilio Herrera no pudo ver la gesta espacial del 20 de julio de 1969, ya que había muerto dos años antes en su vivienda de Ginebra.
Una interesante historia que demuestra que brillantes mentes españolas (lamentablemente olvidadas por su propia patria) también contribuyeron a los primeros años de la exploración espacial.
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