martes, 24 de enero de 2012

MegaChorizos

Kim Schmitz nació hace 38 años en Kiel, Alemania, desde donde hace ya 18 años demostró olfato para los negocios al fundar la conocida empresa DataProject, dedicada a la seguridad informática. En ella se convirtió en una auténtico hacker, que fue condenado a dos años de cárcel por malversación y fraude sólo 4 años más tarde, en 1998.

Desde siempre ha sido conocido como una persona muy hábil para los negocios. Vendió DataProject poco tiempo antes de que ésta quebrase, y tuvo esa “chispa” de astucia al comprar, en 2001, 375000 dólares en acciones de LetsBuylt, que estaba en quiebra. Nada más comprarla anunció que invertiría 50 millones de euros que no tenía. Este aviso hizo que las acciones subieran como la espuma hasta un 300%, momento en que aprovechó parea venderlas y conseguir casi dos millones de dólares de beneficio. En 2002 lo detuvieron de nuevo por abuso de información en Tahilandia, lo que le costó una considerable multa.

Si bien ha sido conocido por algún que otro exceso, por lo que más se ha distinguido es por su fama de endiosado, de colocarse por encima del bien y del mal y comportarse como el elegido intocable que está sobre el resto de los mortales. En Cataluña se le conoció por ser el vencedor de la prueba de automovilismo Gumbal 3000, una carrera de coches de lujo. Por no respetar las normas de circulación fue multado por unos 300 euros, y se dice que intentó sobornar a los agentes. Quizá sea puro rumor, pero cuando el rio suena…Como anécdota, la matricula de su coche lleva la palabra “GOD” (Dios).

El personaje en cuestión fundó, en el año 2005 en Hong Kong, Megavídeo, Megaporn, Megapix y Megaupload. Ésta última, y con ella sus asociadas, ha sido objeto de denuncia hace un par de días por violación de Copytight por la industria musical, haciéndose cargo del caso el FBI. Kim es detenido en Nueva Zelanda, y podría afrontar una condena de hasta 50 años de cárcel.

A partir de esto todo lo que se ha disparado es una especie de enfrentamiento en las redes sociales y a pie de calle entre los defensores de los hackers frente a los defensores de los derechos de autor. Difícil coyuntura parece la de hacer confluir en el mismo camino el derecho de todo el mundo. Por una parte el derecho a la libertad de contenidos y la no censura, por otro los renombradísimos derechos de autor.

Ahora hay mucha gente alarmadísima, reclamando la libertad para el personaje y acusando a las leyes, como tantas veces, de prepotencia, de abuso, de intencionalidad u oportunismo, etc. Ahí tenemos a los llamados Anonymous, ese grupo de “contestatarios” con máscara, que se dedican a reventar todos los rincones informáticos que no son de su gusto. El romanticismo popular les da ese aura de “Robin Hood”, pero la realidad, por mucho que crispe leerlo a algunos, es que no son más que unos ciber-terroristas. Lo que hacen es ilegal, y atacan cosas que son legales. Les reímos las gracias, nos gusta, nos “pone” su enfrentamiento contra el poderoso y nos gustaría ser uno de ellos. Esperemos que no les dé un día por ir contra el uso de la carretera por parte de los automóviles y empiecen a reventar los nuestros. Entonces no nos caerán tan bien. Nos pasará como con el movimiento okupa, que tantos defensores tiene … siempre y cuando no se cuelen en su casa, claro está. No me meteré más con los chicos Vendetta, no sea que me revienten el blog. ;)

El fondo de la cuestión es bastante sencillo. Megaupload era ILEGAL. El hecho de que no se haya intervenido antes se basa, sencillamente, en que no hubo denuncia por parte de nadie, como ahora la ha habido. A todos nos ha gustado (sí, reconozco que yo también he descargado algún fichero), poder ver o tener en nuestro poder una película, un video, o un documental sin pagar absolutamente nada, pero esto, amigos, sencillamente no es legal.
Es cierto, y con esto quiero ir un poco más allá, que Megaupload también permitía a los usuarios compartir archivos personales, planos, apuntes, etc. Y que todos ellos ahora han quedado desprotegidos, vulnerándose su derecho a recuperar esos archivos, y privándoles de repente del tráfico de los mismos. Son personales, no tienen lucro alguno, y nadie les puede acusar de ningún tipo de tráfico. Incuso gente que contrató la llamada cuenta premium y pagaba una mensualidad por ello ve vulnerados sus derechos y perdido su dinero. La lectura que podemos sacar de esto es clarísima. La piratería no sólo perjudica a los artistas y autores antes mencionados. También nos termina afectando a nosotros, cómplices de ella. Nos hemos acostumbrado muy bien al doble rasero y la doble moral. “Sé que esto está mal, pero lo hago porque lo hacen todos”. “Sé que es ilegal, pero que bajen los precios de los discos, que están muy caros”. “Sé que hay unos derechos de autor que si fotocopio este libro no se cobrarán, pero es que me sale mucho más barato”.

La cultura no ha puesto jamás trabas a su difusión, ya que en la misma se basa su subsistencia. Y si bien es cierto que no podemos reflejar este pensamiento en la actitud de cierta organización que no ha perdido tiempo en dedicar cada mínimo esfuerzo a enriquecerse a costa de los demás (SGAE), también lo es que no podemos generalizar en ello. Claros son los ejemplos de iTunes o Spotify, que tras negociar y pactar compensaciones justas con las principales productoras, éstas accedieron a permitir la comercialización de sus archivos por módicos precios. No sirve el ejemplo tantas veces puesto de otros oficios, como son los pintores, los arquitectos. “Si un arquitecto idea un puente y lo construye, no cobra por cada persona que pasa por él”. Cierto. Porque ya lo ha cobrado de quien se lo encargó. Realizó su proyecto, hizo su puente y lo cobró. Ahora usted abre el puente, lo encadena, o lo tapia con ladrillos verdes, oiga. Pero el cantautor, como la mayoría de escritores, no cobra por su obra si no se vende. Usted escriba, o componga, luego veremos cómo van las ventas y su porcentaje es el pactado. Tanto vendemos, tanto gana. Siempre que se venda, claro.

Un curioso dato: En lo que lleva de semana la web de Megaupload intervenida, los cines de EEUU han ingresado en taquilla un 32%, y páginas de streaming, que cobran por el tráfico de datos, han mejorado también sus porcentajes considerablemente. Como digo, curioso.

Lo que está clarísimo, y por mucho que intentemos buscarle “peros” es de ley, es que si cualquiera de nosotros fuésemos letristas, o cantautores, o escritores, haríamos nuestro trabajo a cambio de un precio. Y si nuestro trabajo se puede conseguir gratis por el cauce que sea, la productora o editorial que antes nos pagaba dejará de hacerlo, y entonces dejaremos nosotros de componer o escribir, ya que no cobramos. Al final el círculo vicioso perjudica a los mismos que empieza beneficiando. A nosotros, los consumidores de cultura en sus múltiples soportes.

Por eso, no nos engañemos. No nos robemos la cultura a nosotros mismos. Sé que lo que estoy diciendo ira en contra de los pensamientos de muchos, pero es lo que pienso si lo analizo fríamente.

Y que cojones, reconocedlo. Si siempre estuvierais de acuerdo conmigo sería muy aburrido.





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