viernes, 27 de enero de 2012

Héroes



No se distinguen especialmente del resto de los humanos. Sus cuerpos están en forma, eso sí, física y mentalmente. Quizá mucho más mental que físicamente. Salvo algunas excepciones son capaces de correr algún que otro kilómetro sin desfallecer, y hacerlo por calles oscuras, saltar tapias, entrar por ventanas, colarse en agujeros sin saber que hay más allá.

Tienen un reloj distinto al nuestro, que le permite pasar más horas de pie y vigilante, o no prestarle el más mínimo interés en otras ocasiones. Un estómago especial para estar sin comer si es necesario y no rechistar. Tienen una visión especial, que hace que presten atención a cosas que a nosotros se nos escapan por comunes. Quizá tienen más de un par de ojos, ya que miran al frente como todos, pero parecen tener al mismo tiempo visión de rayos X para descubrir amenazas ocultas, pueden mirar a un lado para cuidar de su compañero y al otro lado para vigilar a una posible víctima.

Son capaces de pasearse por parajes lejanos donde nada se les ha perdido, alejados de sus orígenes, jugarse el tipo anónimamente por otros que ni les conocen. Ven caer a algunos de los suyos, contienen en silencio sus lágrimas y siguen adelante sin agachar la cabeza. Soportan  amenazas, insultos, empujones, gritos, se les llama asesinos, se les increpa … incluso soportan ver como infinidad de veces les dan la espalda los que supone deberían defenderles, aquellos a los que profesan obediencia ciega, esos mismos que les regalan discursos que bien saben ellos tan poco sólidos como el papel mojado. Saben lo que es dar muchísimo a cambio de muy poco.

He tenido el placer, el honor, de conocer de primera mano a algunos de ellos. De compartir mesa y mantel, además de paseos poco agradables más allá de nuestras fronteras. Y sé perfectamente lo que siento al escribir sobre ellos. Para muestra, algún pequeño ejemplo.

Hace aproximadamente un par de años se acercaba a nuestras costas una patera con una treintena de inmigrantes ilegales a bordo. Una patrullera de la Armada Española con 11 soldados a bordo los avistó, comprobando que estaba al borde del naufragio y que las personas a bordo eran en su mayoría mujeres y niños. Las olas alcanzaban en ocasiones los cuatro metros.
Ante la imagen de esa treintena de personas gritando al borde de la más absoluta desesperación, uno de ellos (del que omitiré nombre y graduación), no lo dudó. Se lanzó al agua helada con un uniforme estanco puesto a toda prisa, un chaleco y un cable atado a la cintura, y dependiendo de la fuerza en las manos de los otros diez  compañeros que sujetaban el cable, permaneció cerca de dos horas en el agua salvando una a una a cada persona de la patera, ayudado de una boya y un salvavidas. La primera persona que sacó de la patera fue un recién nacido al que pocos minutos antes había dado a luz su madre. Lo llevó en sus brazos con el cordón umbilical aún caliente. Le siguieron el resto, hasta tenerlos a todos a salvo en cubierta. Los 11 soldados fueron tratados al día siguiente por hipotermia y magulladuras, pero con el silencioso orgullo de haber cumplido con su deber.

Este heroico hecho protagonizado por españoles sólo tuvo un ligero y discretísimo eco en un teletipo de Europa Press. Cuando le preguntaron al protagonista el motivo de efectuar tal temeridad sin medios para ello sólo supo responder: “Estaban asustados, desesperados, y con una señora recién parida”. Bastaba con eso.

Otra de estas ocasiones ocurrió en una carretera española, donde dos motoristas de la Guardia Civil observaron cómo un camión circulaba en zig-zag, maniobrando lentamente por delante de ellos en una carretera nacional. Al alcanzarlo y ponerse a su altura, y ver al conductor caído sobre el volante, uno de ellos no dudó en colgarse del espejo retrovisor del camión, dejando caer su motocicleta en marcha, para agarrar el volante y hacer que el camión rozase violentamente hasta quedar frenado en la ladera de la carretera, salvando su vida y quien sabe la de cuantas personas que podrían haberse encontrado con él de frente. El conductor del camión había sufrido un desmayo por problemas de azúcar en plena marcha. Una breve noticia en el telediario fue el pago más extraordinario que recibió por jugarse su propia vida sin pensarlo.

Ayer, en la playa de Orzán, en A Coruña, unos jóvenes en estado de embriaguez se adentraron en las aguas del mar a bañarse, cuando la playa se encontraba en alerta naranja con olas de hasta cinco metros. Avisada prácticamente al instante, la Policía Nacional se personó en la playa. Sin pensarlo un solo instante, al ver el estado de la mar, tres policías se lanzaron a socorrer a los descerebrados bañistas. Pudieron salvar a uno de los imprudentes muchachos.

Mientras escribo estas líneas, tan sólo se ha recuperado uno de los cuerpos de los policías, ya cadáver, que ha aparecido esta mañana. Los otros dos siguen desaparecidos.

Ninguno pensamos en lo que pasa en ese rincón del mundo tan lejano o a veces incluso alrededor nuestro. Ninguno caemos en la cuenta de que ese tipo del uniforme se dejaría el aliento en salvarnos la vida sin más, por un sueldo tan común como cualquier otro, porque su entrega, su convencimiento y su empeño en su labor así lo demanda. Lo vemos como algo normal.

Sin importar color, raza, religión, ideas políticas, sin saber siquiera si somos de ese tipo de gente que los repudia, insulta, lanza piedras o les desea la muerte. Sin pensar en nada de eso, se lanzaran al mar, a trepar a nuestra ventana, a quitarnos de delante de ese camión, a cogernos con firmeza y decirnos que todo estará bien, aunque sepan que no siempre será cierto.

Mientras tanto nosotros podremos seguir discutiendo por el Barça-Madrid, podremos seguir viendo la evolución de Gran Hermano, veremos a la Esteban comentándonos su viaje de re-novios, o estaremos criticando los problemas publicitarios de la noria. Podremos hacer todo eso y mucho más con toda tranquilidad, porque mientras lo hacemos habrá unos cuantos de esos héroes anónimos velando por nosotros sin que ni siquiera los notemos.

Los héroes de Galicia, aún no localizados, me han empujado a escribir estas líneas desde donde quiero homenajear a todos esos anónimos miembros de las fuerzas de seguridad del estado y militares que entregan sus vidas si es necesario , como se ha visto una vez más, por el bienestar del resto de los mortales.

Va por TODOS ellos, que es como decir por todos nosotros.

Gracias.





2 comentarios:

  1. Es lamentable que cuando realizan su labor con éxito apenas se les reconozca ni sea noticia y justo al revés cuando pierden la vida en el intento. Somos un país especialista en reconocer los méritos y virtudes de las personas cuando ya no están entre nosotros y en el que, en cualquier informativo, por encima de la propia información prima el morbo y una imágenes cuanto mas trágicas y crueles mejor. Muy triste!!

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  2. Toda la razón Juan. El morbo es lo que mas nos mueve y lo que mantiene el interés de las noticias o hace que se pasen por alto sin más, tengan el contenido que tengan. Sin morbo, no nos "llama".

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