lunes, 9 de enero de 2012

aquellos maravillosos días...

 Todos los días son prácticamente iguales, sin tiempo para mucho. Suena el despertador,  llega la ducha, el desayuno, y a trabajar. Nos faltan manos. Y las dos que tenemos, todo el día empleándolas en lo que toque en cada momento, un día y otro, hoy, mañana, pasado, siempre repitiendo la misma monotonía acelerada.  Hasta que un día te paras, y te dedicas a pensar un rato.
Ayer me tocó a mí, en uno de esos viajes que hago a menudo en los que me encuentro con tiempo para darle vueltas a la cabeza. Y me dio por pararme en los hijos. En mis hijas, sí, pero un pensamiento perfectamente válido para cualquier padre o madre de cualquier hijo o hija. Y pensaba en lo que antes intentaba describir, en esa velocidad punta que llevamos a diario, en esa “falta de tiempo” constante en la que vivimos… sobre todo para ellos.
Muchas veces no hay, o hay poco tiempo para jugar. Cuántas veces se conforman dándose la vuelta con su inocente sonrisa después de recibir ese cariñoso “no puedo” por nuestra parte. Les atendemos, les lavamos, damos de comer, trabajamos por su bienestar, cocinamos….sí, estamos por ellos, pero supongo que todos hemos pasado en algún momento por ese instante en que nos asaltan con ese cuento, o ese libro para pintar, o esa baraja de cartas infantil, pidiéndonos que juguemos con ellos. Y esa respuesta que todos hemos dado en alguna ocasión….más tarde, ahora no puedo, déjame descansar que estoy molido, luego…luego…luego…
En mi caso, luego llega (llegaba), la noche, la hora de dormir. Te paras  un segundo de nada en la puerta, miras atrás y la ves ahí acostada, tan relajada, esa serena carita  desconocedora de tantísimos tropiezos que le deparará la vida…pero eso será más tarde, ahora estás tú ahí para protegerla. Tú, con toda tu vida tan acelerada, con ese tiempo tan limitado, tan contadísimo minuto a minuto… pero por supuesto estás ahí, protegiendo todo lo que la rodea. Dándole todo lo que tienes lo mejor que le sabes dar, sin ser consciente, eso sí, de lo deprisa que pasan los días. El siguiente será más de lo mismo, y quizá acabes diciéndole en más de una ocasión lo mismo que el día anterior: luego… luego…luego…
Así un día, y otro, y otro…..hasta que llega ese día en el que esa puerta está cerrada. Ya no la acuestas. Ni la bañas. Ni le lees cuentos. Ese día en que una mujercita preciosa, con su larga melena y su brillante sonrisa te da los buenos días o las buenas noches con una autonomía de la que te sientes muy orgulloso. Una mujercita que llena todas tus expectativas, que empieza a tomar decisiones, que va y viene con seguridad, con personalidad propia arrolladora, con una energía que tú muchas veces ya rememoras como muy lejana en ti mismo.
Y mirando a esa mujercita te das cuenta de cosas que han desaparecido por el camino. Esos cuentos, esas barajas infantiles, esos libros para colorear. Esos secretos que te confiaba. Ya no hay juegos antes de acostarse, ni conversaciones inventadas sentado en su cama, ni peticiones de que le cuentes una historia o aquel viejo cuento…y ahora (el destino es cruel e hiriente) ella es la que se pasa el día diciéndote: luego…luego…luego…
Y te das cuenta de tantos y tantos momentos perdidos, tantos juegos a los que jugarías ahora mismísimo encantado, tantas historias que le contarías si se parase cinco minutos contigo, tantas cosas que te gustaría hacer con ella. Tanto quisieras compartir con ella, que te das cuenta, cruelmente, de cómo se han girado las tornas, y como buscas tú en ella el minuto de su tiempo que esté dispuesta a compartir contigo…curiosamente como hace unos pocos años hacía ella. Y cómo sonríes, derrotado, cuando escuchas de sus labios: Luego papá… luego…luego…luego…
Si tienes un poco de suerte (yo soy el tipo más afortunado del mundo, creedme), aún te queda esa oportunidad que la vida te dio unos años después. Esa oportunidad más pequeña, que te mira a los ojos tiernamente y te dice…¿papá, juegas?
Entonces, siempre que puedes (y ya intentas tú que sea siempre), miras mentalmente a los ojos a tu trabajo, a tu agenda, a los papeles en tu mesa, a tu reunión…..y mientras te agachas, para estar a la altura de lo más importante, les dices a todos ellos … “luego…luego…luego…

2 comentarios:

  1. Alberto, me ha encantado! con tu permiso, lo comparto en mi facebook.

    un abrazo figura!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por supuesto Javi!! todo lo que escriba está a vuestra disposición sin dudarlo!
      un abrazo!

      Eliminar