viernes, 6 de enero de 2012

Prensa y terrorismo.

Éste es un decálogo que en su momento escribí para un trabajo, como ejemplo de unas normas mínimas a seguir en el ámbito periodístico al informar sobre actos o atentados terroristas. 
Puede que mucha gente piense, al leerlo, que ya no tiene sentido tenerlo en cuenta. Yo discrepo de esa opinión (aunque juro que me encantaría que fuera cierta), pero a tenor de las últimas noticias que, por ejemplo, ofrece hoy El Mundo, con la orden dada por ETA a sus presos de que se nieguen a pedir perdón ni resarcimiento alguno a las víctimas, eso está por ver…

Ahí va, para quien pueda interesar, el decálogo editorial:
  1. El principio de libertad de la información no debe ser prioritario cuando pueda darse una situación en la que haya vidas humanas en peligro.
  2. Se mostrará y respetará una línea editorial clara de condena absoluta a todo tipo de acción terrorista, así como el rechazo a cualquier tipo de violencia.
  3. La información deberá ser veraz, exenta de todo carácter sensacionalista que pudiera sobredimensionar los acontecimientos, y en todo caso favoreciendo la toma de conciencia ciudadana antiterrorista.
  4. Evitar el tratamiento favorable hacia el acto terrorista, haciendo de cada noticia una crítica hacia los causantes del atentado.
  5. Se cuidará especialmente el lenguaje y sus formas, así como las imágenes, evitando todas aquellas que puedan implicar una justificación de los hechos y puedan servir para la argumentación de los responsables del acto terrorista.
  6. Evitar expresiones o imágenes que utilizaría la banda terrorista, evitando así el efecto propagandístico del que pudiera beneficiarse la misma, poniendo en su lugar aquellas que critiquen y adjetiven claramente el acto cometido.
  7. Utilizar expresiones claras y sin calificaciones difusas. Banda terrorista en lugar de grupo de liberación, asesinato o atentado en lugar de acción armada, por poner dos ejemplos.
  8. Evitar difundir elementos propagandísticos de la banda, comunicados, entrevistas, etc. Siempre que no sean portadores de información de vital importancia para la ciudadanía, y siempre siguiendo la línea crítica con las actuaciones de la banda armada.
  9. Utilizar el medio del que disponemos, la prensa, para luchar contra la “anestesia” general que se ha conocido durante mucho tiempo, despertando  al máximo la conciencia antiterrorista ciudadana.
  10. Ofrecer a las acciones terroristas un espacio informativo escaso, en páginas interiores y de justa repercusión mediática, y siempre del lado de las víctimas.



Durante demasiado tiempo hemos sido testigos de que, en los medios de comunicación en general, el seguimiento mostrado a las acciones de la banda terrorista ETA ha sido cuando menos ambiguo o poco combativo. Se puede observar un trato general del terrorismo no excesivamente crítico, con multitud de artículos en los que vemos expresiones como “un joven agresor…”, o “el grupo armado…”

Pocas veces nos encontramos los adjetivos terrorista o asesino. Además de esto, en los relatos de muchas muertes encontrábamos alguna coletilla aclarando que el asesinato se produjo por estar la víctima vinculada a sectores de la ultraderecha, ser representante de los "poderes o fuerzas del estado", o ser simpatizante con ciertos movimientos políticos de la época dictatorial más dura. Coletillas que no hacían más que justificar de alguna forma el asesinato de la víctima. Podemos ver un claro ejemplo en el fragmento de un artículo que en su momento informaba sobre dos muertes:

El director de la oficina bancaria xxxx resultó muerto ayer en atentado perpetrado por un comando de ETA militar. Prácticamente a la misma hora, el refugiado vasco xxxx  fue abatido a tiros en la localidad francesa de…”  

Este es el tipo de lenguaje que ha dado fuerza, por una parte, a la banda para justificar sus actos, y ha anestesiado por otra a la opinión pública en general, asumiendo sin más que lo que se vive es un conflicto entre dos partes, en lugar de una agresión por parte de una de ellas y unas dolorosas consecuencias por la otra.

En el anterior decálogo se muestra lo que podrían ser unas normas mínimas a seguir en lo que respecta a la información sobre actos terroristas, haciendo especial hincapié en los puntos sexto, séptimo y octavo. En los sexto y séptimo, la importancia de evitar el lenguaje utilizado por la propia banda y la de utilizar imágenes, expresiones y adjetivos claros y concretos queda patente en el fragmento del artículo antes mencionado. Tratar a un grupo terrorista que atenta violentamente sin que exista agresión armada hacia ellos de otra cosa que no sea terrorismo, es hacer un uso poco veraz de la información. Asesino es aquel que quita la vida a otro ser humano sin que éste tenga una mínima posibilidad de defensa. Y víctima es quien recibe esa agresión sin haber mediado otra anterior por su parte.

Respecto al octavo punto, debemos tener en cuenta que el terrorismo necesita de los medios para propagarse, por ello deberemos evitar promover la información que a la banda terrorista pudiera servirle para alimentar su presencia justificada en la sociedad, como la fotografía en su día de de Juana Chaos, el dirigente de ETA en huelga de hambre en la cama del hospital, mostrándolo como un mártir para beneficio de la banda.

 Éste es, sin duda, el punto más controvertido y el que debemos tratar con más prudencia. Al tiempo que puede ser muy importante no dar publicidad al terrorismo, hay que tener muy presente que llevar el asunto al completo silencio implicaría una limitación del derecho básico de información de la ciudadanía, algo totalmente contrario a los principios del periodismo. Además, hay actos terroristas que precisamente necesitan de la publicidad para combatirlos, como el impuesto revolucionario, tan necesario por la banda para financiarse, y para el que necesita de la mayor discreción dada la bajeza moral de su naturaleza.

Y vuelvo a decir, para concluir, que ojalá tenga razón aquel que piense o diga que este escrito ya no tiene ningún sentido, y todo lo relacionado con el terrorismo quede para la posteridad en los libros de historia.

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